Las siglas TDAH hacen referencia a lo que conocemos como Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad/Impulsividad.
El TDAH es un trastorno de base neurobiológica y de inicio en la infancia, que afecta el adecuado funcionamiento de las funciones ejecutivas, lo que se deriva en una marcada dificultad para mantener la atención en determinadas actividades, un exceso de movilidad e inquietud, y de impulsividad, dependiendo del caso.
No es un trastorno nuevo, y contrario a la opinión de algunos, tampoco es un invento para justificar ciertas conductas en los niños, el TDAH tiene un basamento científico que lo apoya y como tal debe dársele la importancia debida.
Por ser un trastorno de inicio en la infancia, usualmente es a edades tempranas, entre los 4 y los 6 años que comenzamos a notar los síntomas, especialmente éstos se hacen notar en la escuela, ya que es el lugar donde podemos tener un punto de referencia con respecto al grupo de edad del pequeño.
Es entonces cuando la maestra, preocupada (o estresada), acude a los padres refiriendo que ya no sabe qué hacer paraqué su niño se concentre, que le cuesta mucho culminar las actividades, que se distrae, que no se queda quieto y molesta a sus compañeros, y así, un sinfín de palabras más que terminan también preocupando y estresando a mamá y papá.
Aunque el TDAH no puede ser diagnosticado sino hasta que el niño cumpla los 6 años (y según los nuevos manuales diagnósticos puede dársele el beneficio de la duda hasta los 12), desde pequeños si podemos hablar de señales de alerta o sintomatología acorde, ya que mientras más temprana sea la intervención, mejores resultados podremos observar.
Entonces sí, resulta que llevamos al pequeño al especialista y nos habla de un diagnóstico de TDAH, más temprano que tarde comenzamos la terapia, con el tiempo empezamos a ver los avances y al cabo de unos meses o años, dejamos el proceso terapéutico porque creemos que ya no es necesario.
Lo que no sabemos o no nos explican realmente, es que el TDAH como trastorno, es una entidad que no se cura, que con el adecuado tratamiento y manejo en casa puede llegar a tener un muy buen pronóstico, pero que una vez que un niño ha sido diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, esto estará con él para toda la vida.
El TDAH progresa hasta la adolescencia y posteriormente hasta la adultez, por lo que incluso en estas etapas también se hace necesario recibir el tratamiento adecuado, porque aunque la sintomatología sea distinta a la de la infancia, el trastorno sigue presente.
En la infancia, el TDAH se manifiesta frecuentemente como un exceso de movilidad o energía, dificultad o incapacidad para mantener la atención lo que dificulta el llevar a cabo tareas que requieran un esfuerzo mental sostenido, inquietud motora, impulsividad, algunas madres y maestras refieren que “pareciera que no le tiene miedo a nada” o “es que él no lo piensa, sólo actúa”.
Cuando llegamos a la adolescencia, quizás los síntomas motores y el exceso de energía pueden disminuir, sin embargo regularmente el déficit atencional puede ser más marcado, así como los actos impulsivos incrementan.
Especialmente cuando hablamos de adolescentes que no han recibido la atención necesaria, podemos observar en ellos incluso conductas peligrosas como abuso de sustancias, o débiles habilidades sociales, lo que además puede llevarlos a sufrir cuadros depresivos.
Sabiendo esto nos preguntamos, si es un trastorno que dura para toda la vida ¿Cómo se manifiesta en la adultez? ¿Cómo podemos identificarlo? Aunque en la adultez las señales o los síntomas del trastorno no sean tan claros como en la infancia, sí hay ciertos aspectos que nos pueden ayudar a identificarlo y conocerlo, para que desde nuestras posibilidades, podamos ayudar a estas personas, que al igual que otras con cualquier trastorno, también padecen.
En la adultez, la hiperactividad ya no se manifiesta tanto a nivel motor, es decir, no es que la persona no puede mantenerse sentada tranquilamente, pero sí puede manifestarse en verborrea, es decir, una necesidad a veces incontrolable de hablar, tanto así que pueden llegar a interrumpir a otras personas mientras están hablando.
Las habilidades sociales mejoran un poco, sin embargo, muchas veces también se presenta cierta dificultad, porque son personas que no tienen filtro al hablar, dicen lo que piensan y como lo piensan, muchas veces sin tomar en consideración los sentimientos o las opiniones del otro.
Se les conoce como los “eternos soñadores”, TDAH no es sinónimo de poca inteligencia, por el contrario, regularmente son personas con coeficientes intelectuales altos e incluso superiores, por lo que tienen muy buenas ideas, pero su dificultad para mantener la atención en sólo una cosa o actividad, les hace empezar muchas tareas y no terminar ninguna; por lo que en ocasiones también son personas que tienden a cambiar de carrera universitaria o de trabajo constantemente.
Así como también, pueden saltar de una relación amorosa a otra, porque la impulsividad los hace enamorarse muy rápidamente, y así mismo llega de rápido el desencanto.
Pueden ser impulsivos al manejar, no prestar atención a los semáforos o señales de tránsito, y cuando hay factores de riesgo o de mal pronóstico en su entorno (como no haber recibido atención temprana o familias disfuncionales) el abuso de sustancias, los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo se hacen mucho más comunes.
¿Cómo podemos ayudar a un adulto con TDAH? En primer lugar, informándonos, conocer y entender el trastorno es ayudar a quien lo padece.
En segundo lugar, entendiendo y aceptando que es una dificultad real, que incluso siendo adultos hay muchas cosas que no pueden controlar.
Sirviendo de ejemplo, seamos empáticos y asertivos, no hay mejor forma de aprendizaje que el ejemplo.
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