Como seres racionales que somos, a diario tomamos decisiones. Algunas más fáciles que otras, pero siempre las tomamos. Si dormir 5 minutos más o no, qué ropa colocarnos para ir trabajar, si desayunar cereal o un croissant, qué ruta tomar para llegar a donde queremos, si tener esa conversación importante con nuestra pareja o dejarlo pasar, y así un sinfín de cosas más.
Aunque comúnmente pensamos en nosotros mismos y tomamos en cuenta nuestro propio marco de referencia para la toma de decisiones, de lo que no nos damos cuenta es que también muy a menudo tomamos en cuentas las opiniones y percepciones de los demás con respecto a determinado tema, a la hora de tomar decisiones.
Sin darnos cuenta tendemos a pensar “qué haría” o “cómo lo haría” tal persona, o “qué pensará” esta otra persona al respecto, incluso frecuentemente acudimos a alguien más para pedir un consejo, y en ocasiones terminamos tomando decisiones dejándonos guiar más por lo que otras personas dicen, que por nosotros mismos.
En principio, esto no es del todo negativo, puesto que cuando acudimos a una persona con más experiencia en cuanto a la situación que debemos solucionar, o que ya haya pasado por situaciones similares, usualmente estas personas tienen un buen consejo que ofrecernos, y puede resultar de mucha ayuda ponerlo en práctica.
Sin embargo, también están las personas a las que no les hemos pedido un consejo y sin embargo lo proporcionan, sin conocer a fondo la situación o tomar en cuenta nuestra personalidad, partiendo de sus experiencias o peor, de sus propios miedos, y terminan llenándonos la cabeza de dudas, temores y opiniones contrariadas.
Si supiéramos separar las situaciones y aceptar o escuchar el consejo sin necesidad de ponerlo en práctica, sería ideal; el problema se da cuando nuestras propias inseguridades logran que todo eso que escuchamos de los demás, terminen afectandonos.
Es normal, que ante situaciones peligrosas y/o arriesgadas como la inseguridad de ciertas zonas de tu ciudad, las alertas sobre desastres naturales, los procesos migratorios, entre otras cosas, las personas quieran darnos su opinión y consejos al respecto, bien sea porque ya han pasado por eso, o conocen personas cercanas que se han visto afectadas por lo mismo.
En estas ocasiones, es positivo escuchar lo que los demás tienen que decir, para tomarlo como un punto de referencia y en conjunto con nuestras propias ideas, tomar una decisión. Pero cuando no somos capaces de tomar una decisión por nosotros mismos, cuando nos dejamos influenciar constantemente por las palabras de otros, cuando nuestras propias ideas no valen en la toma de decisiones, allí hay un problema.
Nadie, por mucha experiencia y sabiduría que tenga, puede tener la verdad o razón absoluta acerca de nada, por lo tanto de nada nos sirve confiar ciegamente en lo que otras personas tienen para decir. Sobre todo cuando se trata de situaciones difíciles, puesto que cada quien vive las experiencias de forma diferente.
Ninguna persona es igual a otra, algunas personas son más ansiosas, otras más arriesgadas, otras más comedidas; y la vivencia de determinadas situaciones va a estar influenciada por nuestra propia personalidad y experiencias pasadas. Por lo tanto, sí, podemos pedir consejos y escuchar a quien quiere ayudarnos, sin embargo siempre debemos tener en cuenta que es más importante el cómo nos sintamos nosotros y el poder seguir a nuestro propio instinto.
Así que a la hora de tomar decisiones, escucha a los demás, pero también tómate tu tiempo para escuchar a tu voz interior. Una combinación de esos factores te ayudará a tomar mejores decisiones, puesto que podrás tener una perspectiva más amplia de la situación, y pensar en todos los escenarios posibles, sin dejar de lado tus ideas, percepciones y tu propio sentir.
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