Cuando nos unimos a una persona en una relación de pareja, independientemente de si es un noviazgo o matrimonio, lo hacemos porque existen algunas o muchas características de su persona, que nos resultan atractivas y hasta beneficiosas para nosotros.
Si bien es cierto que al establecer una relación de pareja nos unimos a esa persona, de lo que no terminamos de darnos cuenta o no queremos aceptar, es que no sólo nos unimos a nuestra pareja, sino que además muy probablemente nos uniremos en cierta forma, a su familia, por lo que ese dicho común de que “yo me casé con mi pareja, no con su familia” no es del todo cierto.
Desde pequeños nos enseñan que la familia es la base de la sociedad, el pilar que la sostiene, y probablemente la mayor de nuestras aspiraciones (para algunos), por lo que, al ser criados en hogares al menos medianamente funcionales, para la mayoría de nosotros la familia tiene vital importancia, porque son esas personas que siempre nos han acompañado sin importar las circunstancias.
Ahora bien, cuando entramos en una relación de pareja, en la mayoría de los casos no conocemos a la familia sino hasta bien establecida la relación, ya que suele significar un gran paso; por lo tanto, hasta ese punto, no tenemos forma de saber realmente, en qué tipo de familia nos estamos metiendo.
Como seres humanos con personalidades diferentes, todos tenemos distintas creencias y formas de pensar, muchas de ellas patrones heredados de nuestros padres o familiares mayores, y otras adquiridas a través de nuestras propias experiencias. Es común, que como grupo familiar también se tengan creencias establecidas, que no siempre van acordes a lo que nuestra pareja espera de la relación.
Este tipo de diferencias puede generar conflictos en la relación de pareja, especialmente cuando es la propia familia quienes se involucran en el asunto. Los orígenes de estos conflictos pueden ser diversos, desde diferencias políticas o religiosas, hasta formas distintas de criar a los hijos.
Usualmente, tener formas de pensar diferentes no debería ser motivo de conflicto puesto que para ello somos adultos maduros y tolerantes de lo diverso; sin embargo, para muchos padres o familiares, cuando se trata de los hijos (o nietos, primos, sobrinos, etc.) no hay razón que valga.
Más seguido de lo que creemos, muchas relaciones suelen terminarse porque algún miembro o varios, de la familia política de la pareja, no se siente a gusto, no acepta, no le cae bien o no está de acuerdo con los ideales o forma de vivir la vida de la pareja de su familiar; generando conflictos en la pareja al punto de verse obligados a terminar la relación amorosa.
Aunque esto pase con frecuencia, y quizás sea prácticamente inevitable no agradarle a algún miembro de la familia de nuestras parejas (ya que no podemos caerle bien a todo el mundo); lo que sí es evitable es que esto sea un motivo de conflicto frecuente.
Lo mejor en estos casos es manejarlo con una actitud firme pero lo más respetuosa posible, para evitar malos entendidos. Establecer la relación bajo la creencia de “estoy solo con mi pareja, no con su familia”, sólo ayudará a que los conflictos se acrecienten, puesto que los familiares de tu pareja lo verán como una actitud de rebeldía de tu parte, y la negación a hacer el esfuerzo de agradarles.
Y es que enfrentémoslo, así no les vayamos a agradar nunca, a las personas les gusta y aprecian que al menos hagamos el esfuerzo de lograrlo. Esto no quiere decir que si la familia de tu pareja es motivo de conflicto en la relación tú debas cambiar tu forma de ser para intentar agradar y que no siga sucediendo, simplemente que es mejor mostrarse como la persona más madura al respecto.
Si crees firmemente en tus ideales y te ha ido bien con ellos, no hay motivo para cambiarlos, menos aún si tu pareja no tiene problema con ellos; simplemente trata de que no sean el foco de atención cuando debas compartir con la familia de tu pareja.
Una buena comunicación, de entrada, también te ayudará enormemente a evitar que este tipo de situaciones afecten tu relación. Siempre es bueno conversar con la pareja y expresar lo que se siente y lo que se espera de su parte, puesto que nadie es adivino ni nace aprendido, además les ayudará a que juntos puedas encontrar soluciones o puntos en los que puedan estar de acuerdo.
Por otra parte, es importante hacerle saber a tu pareja que lo que algunos de sus familiares piensen de ti o de la relación, no tiene por qué cambiar lo que tú sientes al respecto, ya que así le brindarás la seguridad necesaria para que él o ella tampoco dejen que este tipo de situaciones influyan en su relación contigo.
Finalmente, lo importante es tener mucha paciencia y manejar todo con el mayor respeto posible, evita caer en confrontaciones con la familia de tu pareja, por el contrario, expresa tus opiniones o tus puntos de una forma tranquila y con seguridad; toma y agradece aquellos consejos que puedan servirte, y de igual forma por respeto, escucha aquellos que no vayan acordes a tu forma de vivir la vida, aunque esto no signifique que debas seguirlos.
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