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Por qué NO usar el castigo físico

Por qué NO usar el castigo físico
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En el proceso de crianza, aunque los hijos son una bendición, no todo es color de rosa. Hay momentos difíciles, puesto que no se trata únicamente de brindar amor (aunque sí es lo más importante) sino además de ser guías de los hijos y enseñarles disciplina. Muchos padres ante el desconocimiento y la falta de estrategias, optan por el castigo físico para disciplinar a sus hijos.

Si bien el castigo físico es una medida disciplinaria que se ha venido usando por mucho tiempo, no quiere decir que sea la más adecuada. Son más las consecuencias negativas que conlleva, que la disciplina que realmente se enseña, es por ello que diversos especialistas nos hemos dado a la tarea de explicar Por qué NO usar el castigo físico, brindando alternativas respetuosas para criar y disciplinar.

La tarea de ser padres no es nada fácil, en especial porque no existe ningún manual que explique detalladamente cómo debe desempeñarse. Cada niño es diferente, y por lo tanto nuestras expectativas deben ajustarse a ello. Y así como debemos ajustar nuestras expectativas, también debemos ajustar las medidas disciplinarias que usamos.

Se ha demostrado que el castigo físico, a pesar de ser culturalmente aceptado en muchas sociedades, deja huellas y consecuencias negativas en los niños, que en muchos casos llegan a determinar el curso de sus vidas.

Y es que sí, muy probablemente habremos escuchado que una nalgada a tiempo puede ser beneficiosa, o nos habrán criado bajo la premisa de que el castigo físico en la infancia es una forma de fomentar el respeto hacia las figuras de autoridad, o eliminar conductas negativas; sin embargo el hecho de que sea socialmente aceptado, no quiere decir que sea bueno.

En la actualidad, se sigue usando el castigo físico como una forma de disciplinar, no porque no existan otras estrategias ni información al respecto, al contrario hay muchísima información al alcance, sino más bien porque de forma no consciente hemos adoptado de generación en generación, los patrones de crianza de los que venimos.

De allí, que si a alguien lo golpeaban sus padres de pequeño para corregir sus conductas, no es de extrañar que repita el proceso con sus hijos. Y ésta, es una de las principales consecuencias negativas y razones por las que NO se debe usar el castigo físico, la propia aceptación de la violencia como medida de disciplina.

Muchas personas se escudan bajo el comentario “a mí me pegaron cuando niño y soy una persona de bien”, pero, ¿realmente nos hemos puesto a pensar en el significado de esto? De nada valen las “buenas acciones” si como sociedad hemos aceptado la violencia como una forma de enseñar respeto, precisamente eso es lo que no encaja en la definición de “personas de bien”.

Pongamos un ejemplo, seguramente si en nuestro trabajo nuestro jefe o por el contrario algún compañero o subordinado hace algo negativo que nos saca de nuestras casillas, no vamos a ir a golpearlo para enseñarle cómo debe comportarse. Entonces, si no lo hacemos entre nosotros los adultos, ¿Por qué hacerlo con los niños?

El castigo físico no enseña respeto ni disciplina, los niños que lo sufren no respetan a sus padres, más bien les temen y en muchos más casos de los que creemos, sienten resentimiento hacia ellos.

No enseña a los niños a comportarse, los enseña a ser sumisos y no cuestionarse. No aprenden de sus errores, por el contrario carecen de estrategias de resolución de problemas y aprenden que éstos se solucionan con violencia. Por ende no es de extrañar que los niños que son castigados físicamente, resuelvan sus problemas con sus compañeros a través de los golpes.

Cuando un niño es castigado físicamente por alguna conducta negativa, deja de repetir esa conducta no porque haya aprendido que está mal, sino simplemente para evitar la reprimenda, no hace asociación entre la conducta y la consecuencia, porque se le corta toda posibilidad de reconocer sus errores e intentar enmendarlos.

De esta forma, es común que los niños a los que se les castiga físicamente con frecuencia, crezcan con baja autoestima al sentir que todo está mal con ellos, sean más violentos puesto que es lo que han aprendido en casa, se vea afectado su rendimiento escolar porque carecen de motivación, lo que a la larga tendrá consecuencias en su vida adulta.

Por muy crudo que parezca, si hacemos un análisis de las mujeres maltratadas por sus parejas en la adultez, probablemente encontraremos que la mayoría de ellas fueron castigadas físicamente en la infancia, y han aprendido que son merecedoras de los golpes para corregir sus errores. Lo mismo sucede en el caso de los delincuentes y personas agresivas, es lo que se les ha enseñado.

Entonces, ¿es éste el patrón de crianza que queremos ofrecerle a nuestros hijos? El hecho de que a nosotros nos hayan criado así no quiere decir que también debamos criar así a nuestros hijos. Recordemos que nuestros padres hicieron lo mejor que pudieron con las estrategias que tenían en el momento, pero ahora nosotros contamos con mucha más información y herramientas al respecto, como para tomar decisiones más acertadas.

Independientemente de la conducta del niño, el castigo físico más que una solución, es un generador de problemas futuros, y allí radica la importancia en entender por qué no debe usarse. Siempre habrán otras alternativas para disciplinar, solo debemos colocarnos en el lugar de nuestros hijos, conocerlos, explicarles lo que se espera de ellos, y desde ese lugar de equidad, disciplinar.

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