Antes de comenzar a hablar sobre lo que acarrea una experiencia traumática en la infancia, es necesario que conozcamos en sí, de qué estamos hablando.
Una experiencia traumática es toda aquella experiencia en la que la persona se encuentra ante una situación o evento, cuyo grado de estrés es elevado, que se experimenta como abrumadora, que signifique una amenaza para la vida del sujeto y/o que hacen que la persona se sienta insegura e indefensa ante la misma.
Por ende una experiencia traumática puede ser cualquier cosa a la que le demos dicho significado y que estemos constantemente reviviendo como tal, desde un accidente de tránsito, la muerte de un familiar o amigo, terremotos o inundaciones, e incluso cosas más sencillas como la mordida de un perro. Todo va a depender del significado que se le dé.
En los niños, especialmente después de los 7 años que es cuando comienzan a adquirir mayor conciencias y entendimiento de los acontecimientos a su alrededor, este tipo de experiencias suelen experimentarse con mayor intensidad, porque aunque se tiene mayor comprensión de lo que sucede en su entorno, aún no se cuenta con los mecanismos de afrontamiento necesarios para superarlas, y regularmente se hace necesaria la presencia de un adulto que funcione como apoyo y contención.
Regularmente los niños, y sobre todo los niños pequeños, tienen dificultades para identificar sus emociones y expresarlas adecuadamente, por lo que eventos que generen un impacto negativo en ellos, son difíciles de asimilar, y si además no se cuenta con la atención y el apoyo necesario para poder superarlos, la situación de torna más difícil aún, resultando en consecuencias a nivel físico, cognitivo y emocional, que no sólo veremos en la infancia, sino que pueden perdurar en el individuo hasta su adultez.
Un ejemplo de esto puede ser la muerte de algún amiguito o familiar cercano. Usualmente cuando esto ocurre, no es sólo el niño quien se ve afectado, sino además toda su familia directa que son su principal muro de contención.
Cuando mamá o papá que son los principales cuidadores y fuentes de seguridad se encuentran muy afectados, y el niño no cuenta con otra persona que pueda brindarle el apoyo necesario, no vive su proceso de duelo adecuadamente resultando en lo que en la psicología conocemos como Duelo complicado o No resuelto, que puede llegar a convertirse en un duelo patológico.
Es obvio que durante los primeros días siguientes a una situación emocional tan significativa como puede ser la muerte de algún familiar cercano, todos nos sintamos tristes, emocionalmente agotados, y con las emociones a flor de piel.
Sin embargo, cuando hay niños en el entorno, es sumamente importante que se les tome en cuenta y se les ayude a vivir de igual forma su proceso de duelo.
Muchas veces tenemos la idea de que como son niños y son pequeños aún no entienden muchas cosas, o no se dan cuenta de lo que realmente ha pasado, y, aunque si es verdad que quizás hayan situaciones que aún no entiendan, si son capaces de percibir las reacciones de las personas a su alrededor y saber que algo está pasando, y es precisamente a partir de ese no entender, que surgen muchas dudas que necesitan ser resueltas.
Cuando un niño experimenta situaciones angustiantes a las que no encuentra respuesta, no sabe cómo manejar o no cuenta con el apoyo necesario, tanto su cuerpo como su mente van a buscar formas de manifestarlo, y es allí cuando se da inicio a una sintomatología producto del estrés.
Pueden experimentar dolencias físicas como dolores de cabeza o de estómago, incluso dolor muscular, fatiga, cansancio, taquicardia, incluso dificultad respiratoria.
Experimentan niveles de ansiedad elevados, dificultad para expresar y controlar las emociones, ataques de ira y problemas conductuales.
Cuando se identifican y se tratan todos estos síntomas a tiempo, el niño puede darle un significado a su experiencia, y a partir de allí superarla con éxito.
Ahora bien, cuando no se le brinda la atención necesaria, que no necesariamente tiene que venir de un especialista a menos de que sus familiares cercanos no cuenten con los recursos emocionales para atenderlos ellos, es que se generan problemas o situaciones que pueden continuar con el niño durante todo su crecimiento hasta llegar a la edad adulta.
Regularmente son personas que ante cualquier evento que para ellos sea significativamente negativo, por muy pequeño que sea, reaccionan con niveles de ansiedad sumamente elevados y respuestas emocionales que quizás puedan parecer exageradas, porque no desarrollaron los mecanismos adecuados de afrontamiento. El sistema inmunológico se ve bastante afectado, ya que altos niveles de ansiedad o depresión afectan negativamente al sistema inmune, provocando una baja en la producción de anticuerpos, lo que hace que la persona sea más propensa a padecer enfermedades.
Usualmente también son adultos que presentan conductas de riesgo, como fumar, ingerir alcohol en exceso, usar drogas, entre otras cosas, ya que falla su capacidad para auto-regularse, porque ante un evento significativo en la infancia, no aprendieron o no se les enseñó cómo hacerlo.
Ésta dificultad para auto-regularse también termina afectando las relaciones interpersonales, porque como no saben cómo manejar sus emociones, tienden a ser personas impulsivas o sumamente ansiosas, lo que les dificulta calmarse cuando están enojados o se estresan con facilidad.
Es por ello que es sumamente necesario brindarles atención y contención a los niños cuando experimentan situaciones de este tipo, ya que aunque creamos que no están entendiendo del todo lo que pasa, de igual forma sienten y perciben las reacciones de otros a su alrededor, lo que genera en ellos una gran cantidad de dudas e incertidumbre que debe ser resuelta.
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