Día a día los seres humanos nos enfrentamos constantemente a la decisión de si decir la verdad o si mentir. Es un proceso que sucede de forma natural en nosotros, y la mayoría de las veces es hasta automático, porque no pensamos necesariamente en si decir la verdad o una mentira, sino simplemente en salir ilesos de una situación, protegernos o proteger a otros.
Las mentiras cotidianas o también llamadas “pequeñas mentiras” suelen ser inofensivas, porque suelen presentarse ante situaciones que no representan amenazas significativas o peligro alguno. Sin embargo, no en todos los casos sucede así. Hay momentos en los que decir una mentira, por muy pequeña que sea, puede generar grandes consecuencias que quizás luego no sabremos cómo manejar.
Un ejemplo de esto lo vemos constantemente con los niños. Como padres, muchas veces se nos dificulta decirles la verdad a nuestros hijos en ciertos aspectos, por temor a herir sus sentimientos o como forma de protegerlos; y, aunque en el momento lo vemos como algo que es por su bien, posteriormente las consecuencias pueden ser más graves que la mentira en sí.
De las mentiras más comunes que les decimos a los niños, es cuando un amiguito o amiguita en especial los molesta constantemente, y les decimos “Ay María, si Juan te molesta seguro es porque le gustas”. Juan puede tener cualquier tipo de razones para molestar a María que no necesariamente incluyen ningún tipo de atracción, al contrario, puede hasta molestarla porque no le cae bien, por lo tanto, al decirle esa “mentira piadosa” o “pequeña mentira” a María, en el momento estamos protegiendo sus sentimientos, pero habremos creado en ella la creencia de que si un hombre la molesta (y dentro de molestar se incluye el gritar, pegar o maltratar) es porque se siente atraído hacia ella o la quiere, y cuando María crezca ¿Con qué tipo de hombre creen que buscará entablar una relación? Probablemente con uno que igual que Juan la moleste constantemente, porque es el concepto que habrá aprendido.
Y sí, aunque quizás parezca un ejemplo un poco exagerado o dramático, nos sorprenderíamos de la cantidad de mujeres que sufren de maltrato domestico, porque han crecido con esta creencia. Allí vemos cómo pequeñas mentiras pueden afectar la vida de alguien más, y de la misma manera pueden afectarnos a nosotros mismos.
Basta solamente con realmente analizar el esfuerzo que requiere decir una mentira y mantenerla. Porque no sólo se trata de idear la mentira que vamos a decir para salir del paso y evitarnos consecuencias negativas del momento, sino que además después de dicha tendremos que analizar muy bien todos los escenarios para que la mentira tenga sentido y coherencia, al igual que quizás tendremos que recordarla por mucho tiempo o para toda la vida, para evitar ser descubiertos.
La mayoría de las veces al decir una pequeña mentira nos evitamos un mal rato en el momento, pero no nos damos cuenta de todos los malos ratos que podremos pasar más adelante por el mismo hecho.
Además de esto, una pequeña mentira usualmente lleva a otra, y a otra, y a otra, y así sin darnos cuenta nos vemos atrapados en una red de mentiras de la que difícilmente podremos salir ilesos. Y sí, es cierto que en ocasiones decir la verdad cuesta, porque no queremos pasarla mal ni lastimar a otros, pero siempre será mejor un mal rato que rápidamente pasará, que vivir una mentira y llenarse malos momentos.
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