Comúnmente recibo en consulta a padres sumamente preocupados por el comportamiento de sus hijos. Aunque en la mayoría de los casos se trata de un manejo inadecuado de los límites, hay ciertos casos en los que papá y mamá pueden estar haciendo todo bien y aún así su hijo presenta un comportamiento disruptivo, en estos casos puede tratarse de un Trastorno de Conducta.
Pero ¿Cómo saber si tu hijo tiene un Trastorno de Conducta? Dentro de los manuales diagnósticos, se recogen diversos trastornos de inicio en la infancia que tienen que ver con comportamientos disruptivos, como pueden ser el Trastorno por déficit de atención con o sin Hiperactividad (TDAH), el Trastorno Negativista Desafiante o el Trastorno del control de los Impulsos.
Sin embargo, cuando hablamos de un comportamiento disruptivo que no se explica por ninguno de los Trastornos antes especificados, entonces nos referimos a un Trastorno de Conducta. Los síntomas pueden variar de un niño a otro, así como las causas y la edad de inicio, sin embargo, hay ciertas manifestaciones que podemos identificar en la mayoría de los niños con esta condición.
Cuando un niño presenta un Trastorno de Conducta, regularmente manifiesta una conducta retadora, como si quisiera adrede, desafiar la autoridad. Puede mostrarse impulsivo y reaccionar de forma agresiva ante un sinfín de situaciones, constantemente se ve involucrado en peleas o discusiones que terminan en violencia física.
Suelen carecer de empatía, es decir, parece no importarle los sentimientos de los demás, miente constantemente para conseguir lo que quiere, tiene comportamientos agresivos hacia otras personas y/o animales, así como también puede incurrir en actos de vandalismo de forma deliberada, y el ausentismo escolar también se hace común.
Usualmente, cuando un chico presenta un Trastorno de Conducta, no suele sentir remordimiento o malestar por las cosas negativas que realiza o las situaciones en las que se ve involucrado, ya que hay cierto grado de intencionalidad en ellas.
Aunque diversos estudios atribuyen el Trastorno de la Conducta a situaciones negativas en la vida del niño como ser víctimas de maltrato o abuso, consumo de alcohol o drogas por parte de alguno de los progenitores, conflictos en la funcionalidad de la familia, o situación socio-económica; no siempre se debe a estas razones.
A veces puede tratarse de una carga genética, como también en otras ocasiones puede no tener una razón aparente. Especialmente en la primera infancia, cuando los niños están en etapa preescolar, puede resultar difícil realizar el diagnóstico puesto que mucha de la sintomatología es normal a edades tempranas.
Sin embargo, uno de los criterios más importantes para diferenciar un Trastorno de Conducta, de un comportamiento disruptivo o inquieto regular en la edad preescolar, es la intencionalidad de las acciones. Cuando hablamos de otro tipo de trastornos o de conductas negativas que se deben a otras causas, el niño suele arrepentirse o sentir muy apenado por lo que ha hecho.
Aunque quizás la sintomatología hace que el pronóstico del Trastorno de Conducta no suene muy prometedor, no hay que desalentarse puesto que con la terapia adecuada y el compromiso de la familia y todos los que están involucrados en la educación del niño, el diagnóstico puede mejorar significativamente.
La atención temprana será clave para la mejoría del niño, por ende, es sumamente importante identificar los síntomas y actuar lo más pronto posible. Un niño y una familia que reciben atención temprana, aprenden técnicas de manejo conductual, autocontrol y formas de adaptarse al entorno, que le permitirán llevar una vida completamente funcional y superar el diagnostico.
Por el contrario, cuando el niño no recibe la atención necesaria, el Trastorno de Conducta puede evolucionar hasta un Trastorno Disocial en la Adolescencia, y/o en el peor de los casos, un Trastorno de Personalidad Antisocial en la adultez. De allí que la atención temprana sea tan importante.
Usualmente, estos chicos ameritan atención y terapia psicológica para ellos y sus familiares, y en algunos casos pueden llegar a requerir de atención psiquiátrica o neurológica para la prescripción y control de la medicación.
Sea cual sea el caso, lo más importante es que el niño reciba atención especializada, y que tanto mamá como papá y el resto de los familiares a personas cercanas involucradas en la educación y crianza del niño, se comprometan con la terapia y la implementación de técnicas en casa que le facilitarán aprender conductas más adaptativas.
***Si te gustó este artículo, suscríbete a nuestro boletín semanal donde recibirás temas que son de tu interés, al igual que podrás colaborar con ideas y recomendaciones para nuestro equipo de escritores.
Para suscribirte completa el siguiente formulario con tu nombre y dirección de correo electrónico.
[mc4wp_form id=»3994″]
Un comentario
Un saludo muy fraterno desde Ecuador, me encanta sus artículos y apoyo que sigan adelante en las publicaciones, que nos orientan y nos ayudan mucho, en una planificación de cómo llevar nuestra vida diaria
Un abrazo