Se dice que en la vida absolutamente todo es posible, lo único que se hace imposible es escapar a la muerte, puesto que todos en algún momento vamos a morir. Cuando somos adultos, lo más probable es que la mayoría ya hayamos experimentado la sensación de perder a un ser querido, el dolor que esto conlleva, y hayamos encontrado nuestras formas de afrontarlo.
Para algunas personas, el proceso de duelo suele ser más complicado que para otras, porque muchas veces depende de la habilidad de autocontrol emocional que cada quien tiene, pero sobre todo, de la cercanía o grado de afectividad con la persona que ha fallecido.
Ahora bien, cuando hay niños de por medio, el asunto suele tornarse un poco más complicado, puesto que sentimos temor de comunicarles la pérdida del ser querido, porque no sabemos cómo reaccionarán, porque creemos que no lo entenderán, o simplemente porque sentimos que son cosas que los niños no deben enfrentar.
Lo cierto es, que independientemente de nuestras propias reacciones y lo mucho que queramos evitar que los niños sientan dolor ante la pérdida, ellos desde edades tempranas son capaces de identificar cuando algo no anda bien, sienten la angustia y el dolor de sus padres y seres queridos, y el no decirles nada u optar por pequeñas mentiras para evitarles la tristeza, usualmente sólo crea mayor confusión y ansiedad.
Es por ello que es tan importante el comunicarles cuando algún ser querido ha fallecido, ya que de igual forma se dará cuenta de que algo a su alrededor no está del todo bien. Además siempre será mejor que lo escuche de alguna persona cercana a él o ella, a que se entere por terceros.
Aunque sea un momento muy doloroso para todos los involucrados, es importante tomarnos un momento para sentarnos a conversar con el niño (o los niños) acerca de lo que ha sucedido. Si para mamá o papá resulta muy difícil hacerlo, podemos solicitar ayuda a algún familiar o persona cercana a la familia, con la que el niño sienta confianza para comunicar la noticia.
Es además importante ser sinceros y utilizar palabras adecuadas a la edad y nivel de entendimiento. Tratar de comunicar lo que ha sucedido con palabras claras y sencillas y dándoles la oportunidad de hacer preguntas y solventar sus dudas. El brindar demasiados detalles al respecto no es lo más recomendado, especialmente si la muerte del ser querido ha ocurrido por algún accidente o situación trágica.
Los niños, y sobre todo los niños pequeños, son por naturaleza curiosos, por lo que probablemente querrán hacer muchas preguntas; aunque algunas incluso puedan parecernos imprudentes, es importante responder a sus preguntas igualmente con un lenguaje sencillo. Recordemos que para ellos algunas cosas aún son difíciles de entender, y necesitarán de nuestro apoyo para hacerlo.
Es común que cuando los niños atraviesan un proceso de duelo, presenten algunas manifestaciones conductuales significativas. Algunos tienden a estar muy irritables, otros demasiado movidos o hiperactivos, otros más bien se sienten sin energía y cansados constantemente, incluso los berrinches pueden incrementarse en frecuencia y magnitud.
Lo ideal, independientemente de las manifestaciones conductuales que el niño presente, es manejarlo de la mejor forma posible, entendiendo que su conducta no es intencional, sino que simplemente es su forma de lidiar con la situación.
Permitirles expresar sus sentimientos y ponerle un nombre a sus emociones es además de suma importancia, puesto que serán momentos cargados de confusión y mucha emocionalidad. Es necesario evitar frases del tipo “No llores que harás sentir triste a tu mamá” o “Tienes que ser fuerte por mamá o papá”, ya que con esto solo lograremos que repriman sus sentimientos y aumenten las manifestaciones conductuales negativas.
La expresión de las emociones va a depender de la edad y nivel madurativo del niño. Usualmente cuando son muy pequeños no saben cómo hacerlo, por lo que podemos recurrir al dibujo o las historias para permitirles expresar cómo se sienten.
Como padres o adultos significativos en la vida del niño, es importante dejar que nuestras emociones también fluyan. Tendemos a evitar sentirnos tristes o que los niños nos vean llorando para no preocuparlos, sin embargo cuando lo hacemos, les enseñamos que está bien sentirse tristes y ellos se sienten más motivados a expresar sus sentimientos.
Ahora bien, si los padres del niño están muy afectados como para poder brindarle el consuelo y contención que necesita, siempre será mejor recurrir a una persona de confianza que pueda hacerlo. No debemos sentir vergüenza de pedir ayuda en este momento, puesto que será un proceso de adaptación para todos.
Cuando se trata del funeral, la decisión de si asistir o no deberá ser enteramente del niño. Es común que como adultos pensemos que es mejor no llevarlos porque no es un lugar para niños, sin embargo, en la mayoría de las ocasiones es beneficioso, puesto que les ayuda a entender mejor lo que está sucediendo, y les da la oportunidad de despedirse de su ser querido.
Ahora bien, esto no quiere decir que es obligatorio que los niños asistan. Es mejor explicarles lo que allí sucederá, y una vez hecho eso preguntarles si desean asistir y dejarles la decisión a ellos. Muchos niños manifiesta querer ir y es válido hacerlo, mientras que otros prefieren no asistir y su decisión debe respetarse.
Lo más importante a la hora de manejar el duelo en los niños es saber que al igual que los adultos, cada uno lidiará con ello de forma diferente, pero que de cualquier forma necesitarán del apoyo de sus padres y personas cercanas para poder elaborar adecuadamente su proceso de duelo.
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