Para nadie es un secreto el hecho de que los niños tienden a tener una rapidez y creatividad especial para inventar excusas que justifiquen su comportamiento. Muchas veces lo hacen para intentar zafarse de algún problema, colocar la culpa de algún acto en otro, o simplemente para conseguir lo que desean.
Entonces como padres, maestros o adultos significativos en la vida del niño solemos escuchar constantemente frases como “es que él me pegó primero” cuando se ven involucrados en alguna pelea, o “no tengo sueño” cuando a pesar de sí tener no quieren irse a la cama, o “la maestra no explicó bien el tema, por eso salí mal” cuando han fallado en algún examen, y así un sinfín de excusas más.
Y es que, si bien los niños tienen una habilidad especial para decir excusas que justifiquen sus acciones, realmente, todos, niños y adultos nos excusamos constantemente. Cuando nos pasamos la luz roja del semáforo alegando que llevamos prisa, es una excusa, cuando faltamos a algún compromiso social porque “tenemos mucho trabajo” es una excusa.
Es así como nos preguntamos, ¿Por qué los niños usan excusas constantemente? Pues bien, aunque quizás no haya una respuesta completamente certera ante esta pregunta, probablemente se deba a que lo han aprendido.
En este sentido, los niños no aprenden solos a excusarse, lo han aprendido de lo que observan a su alrededor, en la televisión, con sus amigos, de personas allegadas a ellos, y hasta de sus propios padres. Así que ante todo, la mejor solución o forma de evitar que los niños justifiquen sus malas acciones, es revisar su entorno, e incluso observar nuestras propias excusas.
Aunque en realidad, no se trata de que los niños más nunca se excusen, puesto que será prácticamente imposible, por algo llegamos a la adultez excusándonos aún por diferentes razones. Se tratan más bien de enseñarles a responsabilizarse por sus actos, y conseguir lo que quieren con esfuerzo y no con manipulación.
Usualmente, tendemos a dejar pasar este tipo de situaciones, y no nos damos cuenta que con el tiempo, puede convertirse en un problema mayor. Cuando no atajamos esta problemática a tiempo, el niño aprenderá que puede tener una excusa para todo, creciendo entonces con la idea de que siempre puede culpar a otros por sus problemas, y de no asumir su propia responsabilidad.
Pero entonces, ¿Cómo podemos manejarlo? Realmente es bastante sencillo si asumimos el compromiso de hacerlo con calma, y como una forma de enseñarle buenas acciones, en lugar de castigarle.
Cuando tu hijo te haga comentarios del tipo “ella empezó” ante una discusión con su hermana o alguna compañera, o “yo no fui, el jarrón se cayó solo”, etc., evita enfrascarte en el problema y caer en una discusión. Intenta desde la calma, que tu hijo asuma la responsabilidad de lo que ha hecho.
Para ello debes hacerle sentir la confianza suficiente para asumir su error y contártelo, con la seguridad de que no recibirá un castigo, simplemente deberá asumir las consecuencias naturales de sus actos. Si cada vez que hace algo indebido tú le castigas y no le explicas las razones, probablemente el apelará constantemente a las excusas para evitar estos castigos.
Invítalo a analizar la situación, ofrécele tu punto de vista y algunas soluciones ante la situación, y luego déjale que sea él mismo (o ella) quien te explique el escenario en el que ocurrieron las cosas y plantee otras soluciones. De esta forma le estarás enseñando que tiene la posibilidad de resolver sus problemas, sin necesidad de culpar a otros o evitar la responsabilidad que eso conlleva.
No armes un escándalo ante estas situaciones señalándolo siempre. A veces como padres, podemos llegar a cansarnos ante las excusas constantes y tendemos a señalar y etiquetar a los hijos de mentirosos. Hacerlo sólo logrará que la conducta aumente, puesto que el niño aprenderá que así diga la verdad, no van a creerle.
Finalmente, predica con el ejemplo. Recuerda que tú como mamá y papá eres el principal modelo a seguir de tu hijo o hija, por lo que todo lo que hagas se reflejará en ellos y aprenderán de ti. Evita usar excusas cuando ellos estén cerca, y en general evita usarlas en tu día a día. Si tú como adulto aprendes a responsabilizarte por tus actos, tus hijos seguramente también lo aprenderán.
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