El TDAH son las siglas que responden al Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad. Se trata de un trastorno de origen en la infancia, y de base neurobiológica que afecta las funciones ejecutivas. Las funciones ejecutivas son todas aquellas acciones, conscientes o no, que llevamos a cabo para completar determinada tarea.
Entre las Funciones Ejecutivas encontramos la Memoria y Memoria de trabajo, el Autocontrol, Atención y Concentración, Planificación y Organización, Resolución de problemas, Motivación, entre otras.
En el TDAH éstas funciones se ven afectadas, por lo que el niño o individuo con dicho diagnóstico, manifiesta ciertas alteraciones en su funcionamiento.
Es por esta razón que dependiendo de las funciones ejecutivas que se encuentran alteradas, el niño puede presentar dificultades para planificar y organizarse (pareciera que se le olvida todo), llevar a cabo actividades de razonamiento matemático, hacer análisis y síntesis de algún contenido, etc.
No todos los niños son iguales, por lo que la sintomatología puede variar de un niño a otro, además, el Trastorno se divide en Sub-tipos y grados de severidad, por lo que el TDAH nunca se va a manifestar de igual forma en dos niños.
Sin embargo, entre los síntomas más comunes del Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad, se presenta, dificultad o incapacidad para concentrarse o mantener su atención por tiempos prolongados, lo que afecta su ejecución en tareas que requieran de esfuerzo mental sostenido, como por ejemplo, copiar de un pizarrón o tomar un dictado.
Un patrón de Hiperactividad, que se traduce como dificultad para mantenerse quieto, típicamente son los niños que observamos que no pueden mantenerse sentados por mucho tiempo, que están constantemente en movimiento, suelen tener mucha energía por lo que algunos padres pueden llegar a referir que “pareciera que no se le agotara la batería”, entre otras cosas.
Debido a que la función ejecutiva del autocontrol se ve afectada, manifiestan también un comportamiento impulsivo. Presentan dificultades para controlar sus emociones y expresarlas adecuadamente, por lo que sus reacciones pueden llegar a ser exageradas o no estar acordes a la magnitud de la situación (se alegran en exceso o se enojan demasiado). Además de esto, no miden peligros.
Para ejemplificarlo mejor, pensemos en un semáforo, tiene tres luces la roja, la amarilla y la verde. En las personas, la luz Roja viene a ser una situación o estímulo que desencadena una emoción y/o reacción, la luz Amarilla hace referencia al corto momento que nos tomamos para analizar cuál es la mejor respuesta, y la Verde se refiere a la respuesta en sí, lo que hacemos ante determinada situación.
Una persona sin TDAH tiene la capacidad de pasar por las tres luces, el niño o persona con TDAH pasa de la luz Roja a la Verde inmediatamente; ya que por la misma impulsividad se les dificulta detenerse a pensar en la mejor forma de responder y simplemente actúan.
Teniendo un poco más claro de lo que se trata el TDAH y sus implicaciones, podemos entender mejor de qué se trata el tratamiento.
El tratamiento para el TDAH se enfoca en re-educar esas funciones ejecutivas que están alteradas en el niño, por lo que para hacerlo, primero debe pasar por un proceso de evaluación en el que puedan identificarse.
Una vez identificadas, se pasa al establecimiento de objetivos terapéuticos. Y éstos objetivos vana corresponder a recuperar o re-educar esas áreas afectadas. No se trata de enseñar al niño a hacer las cosas, sino de mostrarle cómo puede hacerlas con estrategias para optimizar su desempeño.
Es una terapia que necesita mucho del apoyo del entorno del niño para progresar, porque se basa principalmente en la estructura y la motivación a través del refuerzo.
La estructura, porque como hay una dificultad para planificar y organizarse, necesitan que sus espacios, sus actividades y su día a día le brinden ese orden que le hace falta. Es por ello que es muy importante que estos niños tengan una rutina establecida, pero que no sea sólo una rutina hablada, debe tener pistas visuales que le recuerden lo que debe hacer.
Para ello es muy útil llevar horarios, que le permitan anticiparse y pasar de una actividad a otra sin problema, además de que los ayudan a trabajar los tiempos. Funciona muy bien cuando les hacemos un horario o rutina y lo pegamos en algún lugar visible de su cuarto o de la casa, con colores o dibujos que resulten atractivos para ellos.
Necesita además de la motivación, ya que son niños y adolescentes que carecen de lo que se conoce como “motivación intrínseca” que es la capacidad de motivarse por sí mismo. Es por ello que ameritan que sea su entorno (padres, familiares, maestros y terapeuta) quienes les brinden esa motivación a través del refuerzo positivo. Suele trabajarse con estos chicos con carteleras y tablas de puntos, que los ayudan a sentirse motivados a llevar a cabo esas cosas que le cuestan un poco más.
Con la tabla de puntos se trabaja de forma diaria y semanal, es decir, por día se organizan todas las actividades y conductas con las que el niño debe cumplir, y se otorgará un punto cuanto lo haya hecho. Al final del día si ha logrado obtener todos o la mayoría de sus puntos, se le otorgará un beneficio que resulte atractivo para él o ella.
No tiene que ser nada costoso ni tenemos que entregar premios todos los días, a veces simplemente se trata de algunos minutos más de juego, una hora de dormir un poco más tarde, la oportunidad de escoger una película para ver en familia, etc. Al final de la semana es también importante evaluar el desempeño del niño, por lo que dependiendo de la cantidad de puntos acumulados, podrán canjearlos por un premio mayor, de previo acuerdo con los padres.
El refuerzo positivo es sumamente importante ya que es una de las piezas claves del éxito de la terapia, porque además de carecer de motivación interna, son niños que muchas veces también tienen su autoestima afectada, porque sienten y se les recalca constantemente, que no pueden realizar cosas que otros niños sí.
Es por ello que es tan importante el uso del refuerzo positivo, el cual debe ser inmediato y constante. A veces unas simples palabras de aliento, un abrazo o palmada en la espalda, un “lo has hecho muy bien” son suficientes para que el niño se sienta motivado.
Es importante entender que el TDAH es un trastorno de EJECUCIÓN y no de CAPACIDAD. Son niños que usualmente son muy inteligentes y tienen muchas capacidades, pero cuyas alteraciones afectan su ejecución en determinadas áreas. Por lo tanto sí hay cosas que no pueden hacer, pero no es porque no tengan las habilidades, sino porque no saben o no entienden cómo hacerlo, y es allí donde se centra el tratamiento.
No se trata de que el niño “puede pero no quiere”, no son niños malcriados ni tremendos, no se portan mal por voluntad propia. Todo lo contrario, quieren lograr muchas cosas pero no pueden, y es eso precisamente lo que debemos enseñarles.